ALFARERO DEL HOMBRE

La Cruz como Árbol de la Vida

El objetivo de esta presentación, en el marco de la Celebración del Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera, en su versión XXXII, en 2022, es reconocer, honrar y enriquecer el admirable don de la alfarería que, en sus ilimitadas expresiones, distingue con orgullo a nuestra Ciudad de Metepec, Pueblo Mágico, en el Estado de México.

En la Biblia, el primer oficio artesanal que aparece es precisamente el de alfarero y es nada menos que Dios mismo, en esa figura antropomórfica, el que lo ejerce al crear a su obra maestra, el hombre (Gen 2, 7), del que después sacará a la mujer: “Dios modeló al hombre con barro y sopló en su nariz un aliento de vida. Así, el hombre se convirtió en un ser viviente” (Gen 2, 7); y también a los animales: “Y el Señor Dios modeló con barro a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo…” (Gen 2, 19). Aquí seguiremos el concepto y referencias bíblicas sobre alfarero y barro. Este barro fue, pues, preparado no sólo con amor, sino que el mismo Amor fue el que amasó el barro y, es esta bella imagen la que sin duda ilumina el don de nuestros alfareros en Metepec: amasar con amor el barro y seguir creando con inspiración la belleza que sale de sus manos.

El barro y el oficio de alfarero se menciona muchas veces en la Biblia, en diferentes sentidos, pero siempre en referencia al hombre (1Cro 4, 23; Mt 27, 7.10). Mas ahora, oh, Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros el barro, y tú nuestro alfarero; obra de tus manos somos todos nosotros” (Is 64, 7; 29, 16; 45, 9; Sab 15, 7; Si 33, 13; 38, 29). Dios mismo, en sentido figurado, se aplica a sí la imagen del alfarero: “Como el barro en la mano del alfarero, así están ustedes en mi mano, casa de Israel” (Jer 18 6; cfr. Rom 9, 20-21). La fragilidad del barro es también un signo de la fragilidad humana en el pecado: “O como se quiebra una vasija de alfarero hecha añicos sin piedad, sin que se encuentre entre sus pedazos ni un trozo para sacar fuego del brasero o para extraer agua del aljibe” (Is 30, 14; 41, 25; Sal 2, 9).

¿La Cruz como árbol de la vida? Quizá aquí esté nuestra principal aportación tanto en el aspecto religioso como en el artesanal y cultural. El árbol de la vida es una figura literaria que está presente en el inicio y en el final de la Biblia, podríamos decir que la enmarca (Gen 2, 9 – Ap 22, 19). Este árbol da buenos frutos y sus hojas son medicinales (cfr. Ez 47, 12; Ap. 22, 2). Significa el deseo de Dios de participarle al hombre, varón y mujer, su misma vida divina, creada por amor a su imagen y semejanza. Este árbol de la vida es diferente a los demás; mientras que éstos le dan la vida diaria al hombre, aquel le da sentido y propósito a su vida: es el árbol del bien y del mal y Dios le prohíbe al hombre y a la mujer tomar de él, como signo de su ser de creaturas. Haciendo un mal uso de su libertad y tentados por la serpiente, desobedecen a Dios, toman del árbol y son expulsados del paraíso. Dios pone un ángel con una espada de fuego para custodiar la entrada, pero no los abandona, sino que les hace una promesa de que les daría la victoria sobre la serpiente que los engañó (Ap 2, 7; 22, 2. 14).

Y como por la desobediencia de uno solo, todos fueron hechos pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, todos recibirán la salvación” (Rom 7, 19). La Iglesia católica en su liturgia, ha llamado a la cruz el Árbol de la Vida, en alusión al madero en donde fue crucificado el Hijo de Dios para rescatar y redimir al hombre y a la mujer: “El árbol de la vida es tu Cruz, oh, Señor” (1ª. antífona del Oficio de Lectura del 1er. Domingo de cuaresma; cfr. Salmo 1, 3); “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavado Cristo, el Salvador del mundo. Venid y adoremos” (Invitatorio al presentar la Cruz, Liturgia de Viernes Santo); “…pues del árbol de la Cruz ha venido la alegría al mundo” (Antífona para la adoración de la santa Cruz, Liturgia de Viernes Santo); “Cruz amable y redentora, árbol noble, espléndido. Ningún árbol fue tan rico, ni en sus frutos ni en su flor… Cuando Adán, movido a engaño, comió el fruto del Edén, el Creador, compadecido, desde entonces decretó que un árbol nos devolviera lo que un árbol nos quitó” (Himno para la adoración de la santa Cruz, Liturgia de Vienes Santo).

La Cruz se ha convertido, pues, para los discípulos de Cristo en el Árbol de la Vida que devuelve al hombre y a la mujer la vida que les fue arrebatada en un árbol, fue vencida la serpiente y, aquel humilde barro en manos del Alfarero, se ha convertido en cuerpo glorioso como el de Cristo resucitado: “Se siembra algo corruptible, resucita incorruptible; se siembra algo despreciable, resucita glorioso; se siembra algo débil, resucita pleno de vigor; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1Cor 15,  42-44). “Él transformará nuestro cuerpo frágil en un cuerpo glorioso como el suyo” (Fil 3, 21). Además, este cuerpo hecho de barro, por la Cruz, se convertirá en algo sorprendentemente bello: “¿O es que no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que habita en ustedes? Ya no se pertenecen a ustedes mismos, porque han sido comprados ¡y a qué precio!; den pues gloria a Dios con su cuerpo” (1Cor 19-20). Y ahora los ángeles, en vez de impedir al hombre y a la mujer entrar en el paraíso, son enviados a reunir a los elegidos de Dios para introducirlos en la alegría de la vida eterna (Mc 13, 27; Lc 12, 8; Ap, 3, 5)

La Cruz cómo Árbol de la Vida.
Obra y diseño: Myrna Sthepanía Ramírez Curiel

FE, AMOR Y BARRO

Todo lo anterior es la bella imagen y realización del proyecto de Dios de salvar al hombre hecho de barro. Los alfareros de Metepec la han recogido y la han plasmado con sus manos, con su arte y dedicación, creando belleza que ha recorrido al mundo, incluso hasta el Vaticano. Y esto es posible porque cada alfarero, al crear un árbol de la vida, expresan su fe, su amor a Dios, al hombre y al barro.

Ése ha sido precisamente el caso de nuestro alfarero artesano, plasmador de La Cruz como Árbol de la Vida. Nuestro amigo Guillermo Serrano Gutiérrez, alfarero de familia de alfareros y hoy, orgullosamente artesano reconocido en nuestro querido Metepec y en otras partes por sus artísticas creaciones. No sólo ha hecho un “trabajo de alfarería”, sino que desde el primer momento captó en su alma creyente el espíritu del Árbol de la Vida que es la Cruz, enriqueciendo, complementando y expresando con su espíritu de arte y su amor a Dios, al hombre y al barro esta obra que hoy compartimos con ustedes.

La creatividad y la alegría interior que brotan de un espíritu joven de fe, llevó a nuestra amiga Myrna Stephanía Ramírez Curiel, estudiante de diseño, a trazar las líneas principales, a buscar e insertar los signos de los frutos del Árbol de la Vida en la fina y estética Cruz que hoy contemplamos. No sólo ha sido una técnica, es un arte, expresión de su propia fe en Dios, de su amor al hombre y de su espiritualidad personal.

Ellos mismos nos compartirán brevemente la experiencia que ha significado para su vida la elaboración de la Cruz como Árbol de la Vida.

La Cruz cómo Árbol de la Vida.
Obra del Maestro Alfarero : Guillermo Serrano
Museo del Barro 2022

LA CRUZ COMO ÁRBOL DE LA VIDA

Todo signo tiene sentido cuando significa algo más grande. Para comenzar, la Cruz misma es ya el signo principal, pero todo en ella está lleno de signos que, todos ellos, quieren conducir nuestro espíritu a una contemplación espiritual más grande y llena de alegría espiritual. Trataremos de explicar brevemente cada uno de esos signos dentro del contexto general de la Cruz.

En el fondo está la Presencia fundamental de la Santísima Trinidad, el misterio más grande de la fe cristiana católica que, de una manera grandiosa se nos ha revelado en el Misterio Pascual del Hijo de Dios: el amor del Padre que nos ha revelado el Hijo y se nos comunica por el Espíritu Santo, la Palabra de Dios y los sacramentos. Cristo mismo es la Palabra viva y eterna del Padre.[1]

La Pascua de Cristo está compuesta por tres momentos inseparables: la Pasión, la muerte en la Cruz y su Resurrección. Y este Árbol de la Vida está compuesto para ser leído siempre en esta clave. Intentaremos describirla.

Para comenzar su base es octagonal porque el octágono es uno de los signos por excelencia de la Pascua, por medio de la cual se entra en una nueva creación y el árbol hunde sus raíces y sostiene firmemente su tronco en ella. Por eso muchas edificaciones arquitectónicas y litúrgicas usan este signo. Luego está una pintura del mundo, de los continentes como reflejo de la universalidad de esa nueva creación. Se encuentra también una serpiente, pero ya muerta, aplastada por el árbol de la cruz: ella que engañó a la mujer y al hombre, ahora ha sido vencida.

Comienza el tronco del árbol que se alza conteniendo varios signos de la nueva vida pascual que la cruz ha comunicado al mundo. Hay en todo el árbol siete mariposas monarca, signo de la resurrección por su capacidad de brotar transfiguradas del capullo y, aquí, son signo de los siete sacramentos que comunica la nueva vida a los hombres y mujeres. Está también un pelícano que es un signo tradicional del Crucificado que ha dado su vida por todos para llevarlos a la vida plena, porque alimenta con su propia carne a sus polluelos. Luego una abeja, signo de la sabiduría, fecundidad e inmortalidad, y en la liturgia pascual se le menciona porque ella es la que elabora la cera con se confecciona el cirio pascual que se enciende el sábado por la noche.

En el tronco del árbol se encuentran las letras alfa y omega (A – W), signo personal del Crucificado – Resucitado, fundamento de la nueva creación: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!

Están también varios girasoles, simbolizando a los creyentes que buscan y miran constantemente al Nuevo Sol que es el Resucitado, significando la actitud de adoración a la Eucaristía. Aparecen también unos alcatraces blancos, flores típicamente mexicanas a las que se le atribuye el símbolo de la compasión, amabilidad, belleza y gratitud por el don de la nueva vida recibida en la cruz y en la resurrección. Aparecen también en el árbol varias flores de diversos colores como signo de la belleza y la alegría que brotan de la Pascua.

En la rama que brota al pie de la cruz está un círculo blanco que representa a la luna en su fase de plenitud, signo de la Virgen María que estuvo al pie de la cruz compartiendo el dolor de su Hijo, pero también con la esperanza inquebrantable en la resurrección.

Más arriba aparece un frasco de perfume, un elemento bíblico importante que significa la oración, la adoración y el amor. Jesús es ungido con perfume por María de Betania “y la casa se llenó con la fragancia del perfume” y le da una interpretación referente a su sepultura (Jn 12, 3); Nicodemo lleva 30 libras de mirra y perfume para ungir el cuerpo muerto de Jesús (Jn 19, 39); y en la mañana de la resurrección, las mujeres van temprano al sepulcro portando perfume para embalsamar el cuerpo (Mc 16, 1; Lc 24, 1). Este perfume como referencia a la sepultura, se convierte después en el perfume de la Resurrección que llena al mundo de la alegría de la vida nueva que se ofrece a todos. Hoy este perfume se mezcla con aceite de oliva para confeccionar el santo crisma, con el que se transmite esta nueva vida a los bautizados (la vida cristiana inicia con el perfume) configurándolos con el Resucitado, y también se usa en la confirmación como signo del Espíritu Santo y de las buenas obras de los hijos de Dios, de tal manera que cuando mueran, lo hagan en “olor de santidad”.

Luego aparece más arriba una estrella de ocho picos, como las que aparecen en el manto de la Virgen de Guadalupe, en donde el número 8 es signo de la nueva creación, pues Dios creó el mundo en seis días, descansó el séptimo pero esta primera creación se fracturó por el pecado al tomar el fruto del árbol prohibido y, ante el pecado, Dios promete al hombre y a la mujer un día de salvación que no conoce final: el octavo día de la Resurrección, la nueva creación que lleva a la plenitud.

La cruz está formada por dos leños, uno vertical que significa la relación del hombre con Dios, descendente y ascendente, y uno horizontal, signo de la relación con el prójimo, síntesis del mandamiento nuevo: amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. En el punto de intersección de los dos leños se encuentra la coordenada de la nueva creación: la figura del Cordero de Dios sacrificado y que porta la bandera de su victoria en la cruz sobre la serpiente y el pecado. Está sobre un fondo blanco y redondo que simboliza la Hostia eucarística por medio de la cual se recibe como alimento el Cuerpo victorioso del Resucitado, se nos participa de su Vida y pregustamos la alegría de la eternidad con Dios. Todo esto dentro del círculo del sol que ha sido opacado en su luz por la Luz del Resucitado: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Ap 21, 23). Algo parecido encontramos en la imagen de la Virgen de Guadalupe: Cristo, el nuevo Sol que ella porta, opaca al sol y a las estrellas. Esta victoria de Cristo en la Cruz lleva a San Pablo a exclamar: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo” (Gal 6, 14). Y se lamentaba profundamente: “Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: Hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo” (Fil 3, 18). El Crucificado convirtió la cruz, de un instrumento de vergüenza, en un instrumento de gloria y salvación.

Este Cordero está relacionado con la Alianza, una realidad y dinámica bíblica por excelencia: Dios hace alianza de amor con el hombre desde el Antiguo Testamento mediante el sacrificio de un cordero, cuya culminación será precisamente el sacrificio del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”: “¿dónde está el cordero para el holocausto? (Gen 22, 7); “El día diez de este mes cada uno tomará para sí un cordero, según sus casas paternas; un cordero para cada casa” (Ex 12, 3); “Al día siguiente vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). “Bienaventurados los que están invitados a la cena de las bodas del Cordero (Ap 19, 9)”. Y la Eucaristía es ahora la alianza nueva y eterna de la Sangre del Cordero que nos comunica su Vida.

Detrás del sol salen unos rayos en color rojo y azul, signo de la Sangre del Cordero y del agua bautismal que nos hizo participar de la Redención, nos transformó en hijos de Dios y miembros de su nuevo pueblo que es la Iglesia. Así se ve en la imagen actual del Señor de la Misericordia: los rayos salen del Sagrado Corazón de Jesús, para recordar que todo lo que hizo Cristo es por la Misericordia del Padre, él, en su Persona nos ha mostrado la Misericordia del Padre e invita a cada uno a ser igual de misericordioso: “Sean misericordiosos, así como su Padre es misericordioso” (Lc 6, 36).

Está también un racimo de uvas que recuerda el pasaje de la vid y los sarmientos, de la cual el Padre es el viñador que aparta los sarmientos que no dan fruto y poda los que si dan para que den más. La invitación es a estar unidos a esta vid: “Yo soy la vid, ustedes  los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada pueden hacer” (Jn 15, 5). Entonces, en realidad, Cristo es el verdadero Árbol de la Vida, y todo aquel que esté unido a Él, participa de su vida. Además, la vid, junto con el trigo, son los elementos esenciales para la confección de la Eucaristía. Estos dos frutos de la tierra se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo

En los extremos del leño horizontal, se encuentran simbolizados los dos sacramentos que aportan al mundo el amor pascual que construye a la comunidad: el Matrimonio (sacramento primordial: Adán y Eva) y el Orden sacerdotal simbolizados respectivamente por los anillos y la estola. Cristo muere en la Cruz como Esposo que entrega su vida por su Esposa la Iglesia (Ef 5, 25-27) y como Sacerdote al ofrecer su vida en sacrificio por la salvación de todos: “Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo” (Heb 2, 17).

Aparecen también en el árbol unas aves anidando, como signo de que en el árbol de la vida que es la cruz, todos los pueblos están llamados a acercarse y recibir esa nueva vida, tal como Jesús lo explicó en una de sus parábolas: todos están llamados a recibir esta salvación, la cual es universal y ya no atributo de un solo pueblo. Este gran árbol comenzó pequeño, desde la fragilidad del Crucificado, humillado y rechazado por su pueblo, pero glorificado por el Padre pues, el Reino de Dios: “Es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerto: creció y se convirtió en árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas” (Lc 13, 19).

Arriba de la Cruz están las Manos del Padre celestial en un sentido dinámico: Él nos ha dado a su Hijo para que nos salve, el cual descendió y se hizo uno de nosotros en el seno de la Virgen: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16; cfr. 3, 31-36). Esas mismas Manos aceptan y reciben la ofrenda que el Hijo ha hecho de su vida en la Cruz y, una vez que el Hijo regresa al Padre, nos envían al Espíritu Santo, el que nos conduce a la vedad plena, habita en cada uno de los bautizados y guía al nuevo pueblo de Dios.

Así, el Árbol de la Vida que es la Cruz, por la victoria del Crucificado, ha derribado los muros que nos separaban de Dios, y ahora todos están llamados a ser hijos adoptivos del Padre en su Hijo, templos vivos del Espíritu Santo, y testigos misioneros de la vida nueva que ha sido dada en este Árbol, formando un nuevo pueblo alimentado por la Palabra de Dios contenida en la Biblia, y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Y así se une al Árbol de la Vida el Libro de la Vida, en donde están inscritos los nombres de los discípulos fieles del Cordero.

METEPEC UNE AL MUNDO

El barro, artísticamente trabajado en Metepec, comunica belleza y esperanza, inspira  alegría espiritual y unidad al mundo, a todos aquellos que con admiración contemplan el Árbol de la Vida. En el contexto de la celebración de este Festival Internacional de Arte y Cultura, Quimera, al presentar La Cruz como Árbol de la Vida, ésa es precisamente la intención: unir al mundo en la alegría de la vida plena que Dios quiere comunicar a todos, y que los alfareros de Metepec confeccionan con el amor con que amasan y trabajan el barro para crear sus obras artísticas. Y hoy se añade a ellas la Cruz como Árbol de la Vida.


[1] Por eso decía San Jerónimo que toda la Escritura habla de Cristo y, por tanto, desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo.

Vía Gloriae

Este Vía Gloriae, seria especialmente apropiado hacerlo en los días de Pascua de Resurrección. Especialmente se podría practicar los miércoles y en la vigilia del domingo como preparación al día del Señor, que es la conmemoración semanal de su Resurrección.

A continuación el archivo Vía Gloriae.